Silvestre Castro en la puerta de su restaurante.

Silvestre Castro en la puerta de su restaurante.

Julio Iglesias, Joan Manuel Serrat, Montserrat Caballé, Felipe González, el primer equipo del Barça y del Madrid… Todos tienen algo en común. Han comido o cenado en el Restaurante Castro de Nou Barris. Nació hace 50 como una bodeguilla en un barrio trabajador, hasta que Silvestre Castro, un joven camarero forjado en el Carballeira lo convirtió en el restaurante de moda de Barcelona. Y ya va por la segunda generación.

El restaurante acaba de cumplir 50 años.
Sí, sí va para 51. Este año ha sido el aniversario, pero no hemos celebrado nada. Como estaba la pandemia. No se puede hacer nada…

¿Cómo ha resistido usted tanto tiempo?
La vida me ha sonreído…  Pero yo le he puesto mucho cariño a lo que hago. Soy un profesional. En la hostelería si haces las cosas con cariño y tienes sentimientos, todo te saldrá bien. Pero si buscas dinero fácil…

Entonces no duras tanto.
No hay nada fácil. Hay que dar bien de comer. Y cuidar mucho a la gente. Eso me enseñaron a mí en el año 1962 en el Carballeira del puerto de Barcelona, que entonces era el restaurante número uno de España. La gente venía en avión desde Madrid para comer allí. A cientos.

Allí aprendió el oficio.
Sí, con catorce años.

¿Qué me dice?
Yo me marché de mi casa, en Curtis, con once años y medio. Me fui a Asturias a trabajar. De allí a Bilbao. Y aquí llegué con catorce años.

¿Usted solo?
Solito por el mundo… Y nadie me ha comido. Yo era el más joven de 10 hermanos.

Claro, se marchó buscando una oportunidad.
¿Buscando una oportunidad? No, me fui porque había necesidad. Había que emigrar. En Barcelona, después del Carballeira, trabajé en Ibiza, en el Hotel Catalonia, en locales nocturnos como Mr. Dollar, New York o Starlets… Aprendí un poco de todo.  De la noche y del día. Y gané dinero. Mucho.  Pero no me sentía feliz con el dinero. Decidí casarme y al poco se me quedó embarazada la mujer. Y no quería que mis hijos supieran que había trabajado por las noches. Por eso me cogí esto…

¿Cómo era entonces, el Castro?
Era una bodeguita. El local me costó en aquellos tiempos 300.000 pesetas. Era 1073. Había unos barriles y un mostrador. Hicimos una salida de humos por donde pudimos. Y me puse a hacer tapas y comidas. Llegó un momento que se amontonaba tanto que tuve que ampliar. No podía más. La vida me fue bien. Por eso me envidian muchos.

Le noto resentido.
Que no llegan, dicen. Pues hay que trabajar más, hijo. Mi mujer y yo hemos trabajado 40 años de mi vida… Hemos trabajado aquí hasta hace 5 años. Cada día 18 horas. Algo tiene que valer, ¿no?

¿18 horas diarias? Supongo que aquí venían desde el desayuno hasta la cena…
Desde las 7 de la mañana hasta las 3 de la mañana. O tres y media, porque a última hora todavía se ponían unos chinos a jugar a la máquina. Y yo les servía cubatas de  7 en 7… Que valían 6 pesetas cada cuba libre. De lo mejor que había entonces. Y yo ahí, aguantando, para ganarme 50 pesetas en dos horas. Si no cuidas el que tienes enfrente no puedes estar ahí. Tienes que estar en otra cosa. Hay otros trabajos.

La hostelería es algo vocacional, dicen los buenos.
Si algo te hace feliz es ver a los demás felices.  Imagínate. Que llegue aquí Julio Iglesias y verle esperar 55 minutos para poder sentarse. Tuve que llamar a la guardia urbana para que me controlase la gente.

Eso dice mucho de Julio Iglesias, que no pidiera un trato especial.
Y eso que somos amigos. Yo le mando el jamón para Miami. Y todas las fiestas importantes que se hacen en su casa, en Marbella, las hago yo.

Usted ha conseguido que vengan muchos VIPS a Nou Barris.
Por aquí ha pasado Felipe González, Montserrat Caballé, Josep Carreras, Ayrton Senna… Los campeones del mundo de motos… Tengo más de mil fotos. Ya no sé dónde ponerlas… Aquí ha venido todo el equipo del Madrid. Y el del Barça.

¿Venían por el ambiente o por la comida?
La comida aquí ha sido siempre espectacular porque mi mujer estuvo 44 años en la cocina. Le duele lo que hace y lo que hace lo hace con muchos cojones, con mucho cariño. Ayer mismo en la finca que tengo en Santa Eulàlia de Ronsanes hizo una comida… Yo hice los calçots, pero ella hizo una comida para 25… Si sientes lo que haces y tienes mucho cariño en ello, funciona.

Además de la cocina, veo buen género por aquí.
Eso siempre. Todos los días iba al aeropuerto a traer el marisco que me mandaban de Galicia. Todos los días. Cada día entraban aquí 500 o 600 personas. Y yo tenía que ir por la mañana y por la tarde. Porque no tenía más neveras. Iba con una furgoneta 4L destartalada a buscarlo y traerlo.

Ahora el restaurante lo lleva su hijo, pero a usted le habrá costado dejarle mandar.
Yo sigo haciendo lo que quiero. Si yo digo esto es blanco, tiene que ser blanco. Y se ha acabado. Pero lo que quiero es apartarme para que él siga la línea.

Lo difícil para usted habrá sido encontrar un sustituto como usted o su mujer
No hay forma. Y eso que mi mujer era modista de profesión. Yo le fui enseñando lo que sabía del Carballeira, mis artes, mis pocas artes. Pero luego la mandé a una academia, allá en la calle Aragón.  Yo le decía que tenía que ser la número 1. Y así ha sido. Cuando venía Josep Carreras entraba a la cocina a saludarla. Mi amigo Juan Manuel Serrat, también. Y mirando lo que había en la cocina, como si fueran de la casa. Felipe González vino tres o cuatro veces y me decía: Castro, como tú no me trata nadie. Y él sabe que no le voto.

¿Vuelve usted a Galicia de vez en cuando?
Voy cada mes. Y antes iba más que ahora. Iba a pagar. Diez o doce millones de pesetas, uno por uno. A los que mandan el género, el marisco. Cada mes o mes y medio. Ahora voy menos porque tengo una finca con animales.

¿Cómo se ha sentido tratado usted en Catalunya?
Yo, los primeros años, una maravilla. No puedo decir nada más que elogios de los catalanes. Al cabo de un mes de estar aquí ya hablaba correctamente el catalán. Bueno, hacía lo que podía, pero le ponía muchísimas ganas. ¿Sabes esa ilusión de llegar a un país y entregarte totalmente? Ese era yo. Y ese sigo siendo yo. Pero, claro, lo que no puede ser es que después de 60 años de estar aquí te obliguen a que seamos catalanes de segunda. Això no m’agrada.

Y ahora, la jubilación.
He trabajado mucho y sigo haciéndolo, porque no puedo estar sin hacer nada… Me levanto a las 6 de la mañana y me voy a la finca. Tengo alguien que me ayuda, claro. Pero lo que puedo hacer lo hago yo. Tengo caballos, gallinas… Las pasadas navidades maté más de 100 pollos, para regalar a los mejores clientes. Tengo clientes que tienen mucho dinero, más que yo. Les regalas una botella de vino que vale 400 euros por navidad, para hacer un detalle y no le da importancia ninguna  porque pueden comprarla en otro lado. Pero  un pollo de mi corral, ni con dinero ni sin dinero. No lo encuentras. Por eso pienso, qué le puedo regalar a mis  mejores clientes? Pues un pollo criado por mi. Y me hace muy feliz. Yo planto mi maíz, mi trigo, mis verduras para echarle comida a los pollos. Quién hace eso? El que tiene sentimientos Y así puedo regalarles lo mejor de lo mejor.

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