Mònica Otero, propietaria de la mercería Núvol de Fils

A Mònica Otero le encantaba coser ropa para sus muñecas y hoy dirige la mercería Núvol de fils  donde promueve la costura como un hobby. Y como una bonita manera de conectar nietas y abuelas. Barcelona le ha entregado el premio al mejor comercio de proximidad. La encontraréis en la calle Garcilaso, 157 www.nuvoldefils.com

Felicidades por el premio.
Gracias. Creo que nos lo han dado porque nos involucramos mucho en las actividades del barrio. Por ejemplo, en la fiesta dels Indians, Nos ponemos de acuerdo con vecinos, centros de día y clientes y entre todos hacemos decoraciones de ganchillo y las colocamos. ¡Es muy chulo!

También colaboras con las escuelas.
Sí, participamos en el proyecto Comerç i Escoles. Traemos a alumnos para que vean como trabajamos.

¿Y qué cara ponen?
Cuando entren se les van los ojos, con tantos colores y tejidos. Luego cojo una cremallera, por ejemplo, y les enseño para qué sirve y cómo se pone. Se lo pasan muy bien. El año pasado vinieron diez o doce escuelas.

¡Caray!
Yo recuerdo que me gustaban mucho estas salidas, cuando era pequeña. Nos llevaban a una carnicería, un horno de pan, una granja… Son vivencias que quedan grabadas.

Y aprendes a hacer cosas.
Sí. El año pasado hubo un momento muy divertido porque estábamos cosiendo un botón y una niña cosió en un momento tres botones. Y luego la vi enseñando a su profesor… ¡Fue un momento muy díver!

¿Hay más afición que antes?
Yo noto que la afición ha ido creciendo, por lo menos desde que abrimos, en 2011. Incluso la moda está recuperando técnicas de siempre, como el ganchillo o los bordados. Pero, sobre todo, creo que a la gente le gusta hacer cosas por sí misma. Es un buen hobby. Y encima luego te lo puedes poner encima, o regalarlo.

Dicen que relaja.
Algunos lo consideran una especie de yoga. Yo llego a casa, me pongo a hacer ganchillo y me duermo. Es la única manera de relajarme.

¿Y cómo lo llevan los jóvenes?
Es curioso. Yo veo un salto generacional. Muchas mujeres de mi generación aprendieron de pequeñas, aunque luego no siguieron. Y ahora, sus hijas quieren aprender, y acuden a las abuelas. A mí me enseñó mi madre. Me encantaba pasarme los sábados haciendo ropita para las muñecas. Es muy bonito ver cómo las artes manuales generan vínculos así en la familia. Y da igual si sale bien o mal, lo importante es el buen rato que pasáis juntas.

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